::
PREÁMBULO.
Casualidad y Causalidad.
|
Por:
Juan Pablo Yañez Barrios.
La
paciente estaba frente al psiquiatra Carl Gustav contándole
un sueño reciente en que aparecía un escarabajo
de oro. De repente se oyó un ruido como si algo
hubiera chocado contra el vidrio de la ventana. Carl
Gustav la abrió, y entonces entró volando
un escarabajo dorado. Esto produjo una fuerte impresión
en la mujer que relataba su sueño, quien desde
entonces abrió su mente a muchas cosas para las
cuales antes estaba cerrada.
Alguien
va paseando por la calle y de pronto piensa en su
amiga Margarita. Sigue caminando y veinte pasos más
allá se encuentra con ella. Algo queda dando
vueltas en la cabeza de ese alguien. Si le sucede
varias veces con diferentes personas, cada vez va
quedando más “metido”. “¡Qué
raro!” –se dice.
Josefa
toma el autobús para ir a casa de Andrés,
ya que le urge verlo, pero está tan sumergida
en su urgencia que no se baja en la parada correspondiente,
sino dos más allá. Andrés, por
su parte, que a esa hora siempre está en casa,
ha tenido que salir inesperadamente a comprar una
nueva cinta para su impresora, que se quedó
sin tinta en el momento menos adecuado. Todo se da
de tal modo que ellos se encuentran donde menos se
lo esperan. Se abrazan.
“¡Pero
qué casualidad!”, exclaman muchos en estos
casos. Sin embargo, los acontecimientos de la vida van
mostrando, a los que abren su mente, que a veces lo
que parece del azar responde a una causa más
cercana a la causalidad que a la casualidad. En psicología
existe una palabra especial para estos hechos: sincronicidad,
creada por Carl Gustav Jung (1875-1961), el psiquiatra
aquel que escuchaba a la soñante del escarabajo
de oro. Jung usó la palabra sincronicidad para
referirse a esas “casualidades”, esas coincidencias
tan llenas de sentido, que son como actos de providencia,
hechos aparentemente fortuitos que no obstante ayudan
a solucionar un problema o satisfacer un deseo. Ese
acto casi providencial |
|
Carl
Albert Jung, (1875 - 1961)
La
soñante y el escarabajo de oro vistos porLucía
Echeverría F.
|
se
produce en el momento en que dos hechos que aparentemente
no tienen relación entre sí, originan un tercer
hecho, pero lleno de sentido.
La intuición
parece estar ligada de modo estrecho con aquellas casualidades
que no lo son. Ejercitar la intuición significa abrirle
camino a la sabiduría interior. Las personas que
saben gozar de la soledad parecen tener más sensibilidad
para abrirse a esos significados que no son evidentes y
que ocultan el sentido del existir. Se trata de una soledad
mentalmente activa, como la que se vivencia, por ejemplo,
cuando se oye música o se “escucha” el
silencio de la montaña; o cuando se mira las estrellas,
o el mar; o cuando se adivina la noche a través de
una ventana a oscuras. Estas actitudes consiguen que las
fuerzas del inconsciente tiendan a aflorar.
Hay
también otras formas de entrenar la mente. Algunos
recomiendan, cuando se quiere conseguir algo, repetir el
deseo mentalmente tanto como se pueda. La repetición
parece tener un efecto positivo para que el deseo se cumpla.
Esto también se da en el campo espiritual, en la
oración y en la repetición de mantras.
La creación
es tan sabia que todo lo que sucede parece tener una causa
y un propósito, aunque a primera vista no lo parezca.
El objetivo parece ser el aprendizaje, aunque sea mediante
el sufrimiento. Pero indudablemente el sufrimiento disminuye
cuando se tiene el don de vivenciar sincronicidades que
ayudan a allanar el camino del diario vivir.
|
|