de modo exagerado los movimientos naturales del organismo, como
los de la digestión, la respiraci ón y otros.
Poco a poco la persona se va obsesionando y comienza a vivir
pendiente de controlar, por ejemplo, si su frecuencia cardiaca
varía, si el ritmo respiratorio se altera, si los gases
abdominales aumentan, etc. Así, cualquier cambio que
se note en el funcionamiento del organismo es interpretado como
síntoma de enfermedad, generalmente grave, como cáncer,
sida, trastornos al corazón, etc. La persona termina
viviendo enferma de susto a enfermar. El problema se va tornando
serio a medida que la conducta del hipocondríaco va afectando
aspectos de su vida, como trabajo y relaciones.
La hipocondría
puede aparecer a cualquier edad, aunque en general se da en
personas ya adultas, mujeres y hombres. Su causa no está
establecida, pero se reconocen algunos factores sociales que
la favorecen, como la falta de capacidad para expresar los
afectos y deseos por otras personas o la represión
de los sentimientos más íntimos.
Los hipocondríacos
son, en general, personas responsables, que cumplen con sus
obligaciones, que sufren cuando se ven frustrados, que rechazan
la incertidumbre y que necesitan controlar todo. De este modo,
les produce mucha angustia vivir con la duda de si están
enfermos o no, y por eso se apresuran a inventarse un mal
para explicarse sus supuestos síntomas.
Existe
también un cuadro similar a la hipocondría,
mucho más común, que pertenece al campo de la
neurosis. En estos pacientes existe algún conflicto
interior que la persona oculta tras la fachada de síntomas
corporales. Así, ella se crea síntomas a partir
de nudos emocionales, a diferencia del hipocondríaco,
que se crea síntomas a partir de la interpretación
errónea de las funciones naturales del cuerpo. Además,
cuando se trata de un trastorno emocional, éste se
ve aliviado, por lo general, cuando el médico descarta
la enfermedad orgánica y confirma al paciente que su
cuerpo, a pesar de los dolores, está sano. El hipocondríaco,
en cambio, aunque el médico le demuestre mediante exámenes
su buena salud, seguirá insistiendo en su enfermedad,
a pesar de que lo que más desea es verse saludable.
Un hipocondríaco
se caracteriza por algunos síntomas: Temor o convicción
de padecer una enfermedad grave a partir de la interpretación
personal de los síntomas; insistencia en que se está
enfermo a pesar de los exámenes médicos que
indican lo contrario; angustia no delirante, que va más
allá de la preocupación sólo corporal;
obsesión por la enfermedad, que provoca un malestar
significativo, incluso con el deterioro de su vida laboral
y social; duración del trastorno de por lo menos seis
meses; actitud poco realista frente a la enfermedad que supuestamente
se padece, lo que impide darse cuenta de la obsesión
con que se la percibe.
En general,
la hipocondría resulta difícil de tratar. Cuando
la persona está convencida de que tiene un mal metido
en su cuerpo, no es fácil sacarla de su obsesión.
Es importante no llevarle la contra, insistiéndole,
por ejemplo, en que está sano o en que todo es producto
de su imaginación, ya que esto sólo producirá
en él la impresión de que no es comprendido.
Más bien hay que abordarlo dándole la razón
en su insistencia, pero proponiendo también que lo
mejor es tratar esa enfermedad desde varios ángulos,
incluso viendo al psiquiatra.
A un hipocondríaco
jamás hay que dejarlo solo. Hay que apoyarlo siempre,
ya sea en forma individual o familiar. Se debe conversar con
él, en el sentido que establezca una alianza con el
médico tratante con el fin de cumplir un objetivo común.
Se le debe insistir en que evite la automedicación
y en que sólo ingerirá los medicamentos que
le sean dados por el médico. Si en algún momento
muestra dudas sobre la realidad de su enfermedad orgánica,
hay que guiarlo hacia la solución de su conflicto emocional
haciéndole ver que muestra síntomas psíquicos,
como por ejemplo depresión, ansiedad, etc.