El
que busca encuentra...
... y el que encuentra sabe...
(Francisco Javier Bécquer).
Volvía
a casa. Había estado conversando con alguien
sobre leyendas, historias, entierros y tesoros. Esa
misma noche, por la calle vi pasar una sombra de muerte.
Supe de inmediato que algo malo podía sucederme
por andar develando secretos e historias que solo conciernen
a los ocultos seres de la noche, los entes de la fantasía
que habitan más allá de nuestras mentes
y que, en su enojo, pueden venir a buscar nuestras almas.
Pero,
como siempre mi curiosidad puede más que yo, continuamente
termino averiguando más de alguna verdad o mentira
con respecto a la leyenda o historia en cuestión.
Soy
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Laguna
Negra, en el Cajón del Maipo. Foto de Fco. Andrés
Zavala Campos.
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de
aquellos que piensan y creen que siempre hay más posibilidades
para descubrir algo. Por eso, nunca acepto prontamente algún
relato o leyenda, y busco algo que me indique el porqué
de cada cosa o asunto que tenga que ver con la historia.
En
nuestro país es muy común hablar de entierros.
Desde que el poderío español decayó, a
continuación de la independencia de nuestra nación,
muchos relatos e historias acerca de los tesoros perdidos o
escondidos de los ricos hacendados españoles se fueron
formando en la creencia popular. ¿Qué no nos dice
que los españoles, sabiendo el desastre final, sepultaron
en los lugares más insospechados y de difícil
acceso sus riquezas, para que estas no cayeran en manos de los
patriotas?
En
el Cajón del Maipo también se cuentan relatos,
muchas veces fantásticos y poco creíbles, sobre
los famosos entierros. He podido rescatar uno que me fue confiado
por una persona que no me quiso develar su identidad por seguridad,
y en parte por el gran miedo que siente al respecto.
Hace
muchos años, en lo que se conocía como la Villa
San José, donde vivían en su mayoría obreros
que trabajaban en la mina San Pedro Nolasco, hoy abandonada,
ocurrió algo que alarmó y preocupó a todos
sus habitantes, hecho del cuál nació esta leyenda
que muy pocos conocen: El tesoro perdido.
YPor
el año 1819 un grupo de españoles acaudalados
pasó por la villa San José, en carretas, preocupados
y nerviosos. Se contactaron con unos compatriotas suyos que
vivían aquí y, juntos, tomaron sus riquezas y
con ellas se fueron a la Laguna Negra, queriendo sepultar cerca
de aquel sector sus tesoros, para algún día ellos
o sus descendientes rescatarlos. Pero la suerte no fue favorable
con ellos. Como estos aristócratas huían de los
patriotas, fueron alcanzados por éstos en la misma laguna.
Los españoles, al ver que los patriotas les pisaban los
talones, en un acto de ambición, se sepultaron con carretas
y todo lo que llevaban en la laguna. Todavía en estos
tiempos, en las noches, se sienten gritos y latigazos, y las
almas de los españoles muertos junto a sus riquezas deambulan
protegiendo lo que les pertenecerá por siempre.
La
persona que me contó esta historia la supo de niño,
y nada menos que por boca del bisnieto de uno de los criados
de aquellos españoles que se sepultaron en la laguna,
el cual no quiso morir junto a sus amos, huyendo del lugar.
Se
dice, según los mitos y leyendas, que los entierros son
cuidados por duendes, que los mueven a voluntad y que solo se
pueden encontrar
en la noche de San Juan. También se dice que si alguien
encuentra el tesoro escondido en un entierro, debe esperar un
año antes de darle uso. El motivo es que casi todos los
entierros están malditos. En las historias que he oído
sobre entierros en otras regiones del país, siempre me
enterado de que muchos han muerto de extrañas formas
por darle uso a los tesoros antes del tiempo indicado.
Por
eso, cuando algún valiente se atreva a entrar en los
dominios de la muerte y de lo oculto, preocúpese de no
llevarse todo el brillo metálico de los tesoros. Porque
si la ambición domina el corazón, la muerte abrazará
con sus brazos fríos al que no entienda que encontrar
entierros es atraer maldiciones...
Pasarán
los largos años que sepultan la gracia y la bendición
de los dioses equivocados del amor. Benditas muertes pasaron
por las llagas permanentes del cementerio maldito de la razón.
Los dioses del inframundo escondieron las ansias de lo dorado
a los impertinentes hombres de la desgraciada corrupción
patriota. Entonces mi alma se pregunta, ¿qué sucederá
con los dorados sentimientos de los españoles que vagan
incansablemente sobre nuestras almas? ¿Acaso morirán
nuestros codiciosos deseos en nuestros corazones frenéticos
de hambre insoportable de poder?. Pero yo no lo sé, ni
ustedes tampoco, por lo tanto dejemos de lado esas ganas irresistibles
de tenerlo todo, de manipularlo todo a una palabra que pareciese
que lo moviera todo: dinero.
Vendrán
los años oscuros, y los lamentos de los fantasmas de
niebla fusionados con el llanto de las criadas sofocarán
mi alma atormentada de sueños pervertidos por el oro,
los tesoros de la muerte y toda esa falsedad que arruina y maldice.
Por eso imagínense, amigos, que la muerte, cuando es
seducida por el viento, entrega sus tesoros inútiles
para ella a los que se merecen vivir y morir sin querer nada.
Entonces mis amigos y yo dejaremos de lado toda esta tragedia
y viviremos pobres, felices y sin maldiciones...
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