unas
de las pocas leyes que incuestionablemente reinan supremas sobre
toda la realidad física del mundo. (J. Rifkin, Entropía).
USANDO
LA VIDA, NO CREÁNDOLA:
La 1ª
ley es la expresión de un curioso fenómeno que
se da en la naturaleza, y, según nos cuentan los científicos,
en todo el universo: que la materia y la energía no
pueden ser creadas ni destruidas. Sólo pueden ser transformadas
de un estado a otro. Según ha descubierto la ciencia
‘occidental’, la cantidad de materia y energía en el
universo es constante y todos los fenómenos son una
especie de danza cósmica de transformaciones de esta
cantidad fija de ambas. El agrónomo W. Berry hace referencia
a esta ley cuando escribe que “sobrevivimos usando la vida,
no creándola” (Prólogo a “La Revolución
de una Espiga”, de M. Fukuoka).
Según
los expertos, el planeta Tierra es un sistema cerrado en relación
al universo ya que el planeta sólo intercambia energía
-recibiendo radiación solar y liberando calor- y no
materia con el resto del universo. Según los mismos,
la cantidad de materia que la biosfera intercambia -polvo
y meteoritos que caen sobre la superficie de la tierra, y
los ocasionales satélites que se envían al espacio
exterior- es demasiado pequeña para ser tomada en cuenta.
Muy diferente es la situación de los sistemas vivos,
de los organismos, que son considerados sistemas abiertos
porque su existencia se sustenta en un vertiginoso y constante
flujo de materia, energía e información entre
ellos y todo su entorno.
Cuesta
aceptar esta percepción porque muchos sentimos en las
tripas que el planeta entero está vivo y que lo único
que nosotros hacemos es ‘usufructuar’ o participar de esta
vida. Al decir que el planeta tierra es un sistema cerrado
se está, precisamente, afirmando que éste está
muerto, que no es, como un todo, un sistema biológico.
En la ciencia ‘occidental’ no se ha llegado todavía
a una síntesis que explique la íntima interrelación
entre lo vivo de la biosfera y lo aparente “no-vivo” del resto
del Cosmos.
LAS
GENERACIONES DE LA BOMBA
Como buenos
miembros de las generaciones nacidas bajo el ominoso signo
del hongo nuclear todos sabemos muy bien que la materia es
una forma o estado “congelado” o “amarrado” de la energía,
y que ésta energía contenida en la materia puede
ser liberada, transformada en ruido, onda expansiva, calor,
luz y ‘radiaciones’ más sutiles, residuales y devastadoras
para lo vivo.
J. Rifkin,
sin embargo, explica: “A aquellos que erróneamente
creen que el flujo de energía solar puede ser utilizado
para producir materia, el economista N.Georgescu-Roegen contesta
que incluso en el fantástico motor del universo no
se crea materia de la energía sola... en vez, grandes
cantidades de materia están continuamente siendo convertida
en energía" (“Entropía”). Según
Rifkin, de lo que hay que darse cuenta es de que “el Sol
por sí mismo no genera vida” por mucha energía
que tenga.
LEVEDAD
Y GRAVEDAD
De hecho,
toda vida sobre la tierra es materia desplegada en formas
vivientes con la ayuda del Sol y a través del proceso
biológico. El Sol presta alas a la materia terrestre.
La levedad, o influencia del Sol, y la gravedad,
tirón
de la materia terrestre, son las dos principales “fuerzas”
estructurales que literalmente esculpen lo viviente entre
sus dos polos. Para que lo viviente florezca, el Sol, filtrado
por la atmósfera y capa de ozono, tiene que desposarse
a la materia, y de todas las substancias tiene que amar especialmente,
para la creación de vida, al agua y al aire, que sólo
pueden existir a una distancia promedio de 150 millones de
kilómetros de “él”.
Pensamiento
recursivo: ¿Cómo es posible que el Sol tenga
el poder, desde esa distancia, de interactuar así con
la materia terrestre? ¿Cómo puede ser que toda
la materia terrestre pueda ser vivificada de este modo por
el Sol?
Desde
siempre y para siempre el uno fue hecho para el otro, y ambos
fueron hechos de tal modo que de su unión pudiera nacer
toda la vida, todo lo viviente en sus infinitas formas. Y
la relación entre Sol y Tierra no es casual. De hecho
es una relación tan hiper-precisa que da para pensar
y sentir que Sol y Tierra forman parte de un mismo cuerpo.
Así
es que cada estrella que brilla o titila en el cielo “sabe”
todo sobre lo viviente, y contiene de algún modo la
vida dentro de sí. Quizás si todo Sol -por lo
menos durante la fase “dadora de vida” de su ciclo vital-
anhela tener un esférico “pedazo” de materia a la distancia
precisa para poder “elevar” de esta materia primero el agua,
luego el oxígeno libre, y finalmente lo viviente. A
estas alturas el planeta ya es azul y blanco y brilla como
una joya en el espacio. Es más que probable que esta
conjunción astral se dé, y a menudo, si tales
seres principales están ardientemente deseándolo
con todo su poder dorado. Tales seres flamígeros deben
tener una verdadera debilidad por los frágiles y perfumados
lirios acuáticos.
Valga
por lo menos como mito.