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NUESTRO PASADO INDÍGENA.
La divinidad bisexual de la religión
mapuche.
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Por:
Gastón Soublette Asmussen.*
A
juzgar por los vestigios de arte religioso prehistórico
hallados en diferentes regiones del mundo, parece que
el hombre de la remota antigüedad concibió
a Dios primeramente como madre. Después, con el
desarrollo del orden cultural y la creciente complejidad
de la organización social, Dios se fue haciendo
masculino, hasta llegar a ser masculinizado del todo.
Lo dicho debe ser situado en el ámbito de una constelación
psíquica muy diferente a la nuestra, en la cual
el conocimiento del mundo se adquiría por intuición
y analogía, no mediante una objetividad científica,
como la nuestra, que reduce los fenómenos al ámbito
de lo puramente otro y distinto. Por eso, para el hombre
antiguo el conocimiento era inseparable de las categorías
mentales con
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que
el saber adquirido era procesado y formulado en el lenguaje.
Así, de la intuición fundamental de que tras la
malla de los fenómenos hay un poder que gobierna el universo,
surgía la necesidad de personificarlo, darle un nombre
y un género.
El conjunto
de estas operaciones mentales no es tan ingenuo como la ciencia
moderna pudiera creerlo, pues para la mente analógica
del hombre antiguo los géneros masculino y femenino eran
manifestaciones de una estructura bipolar presente en todo fenómeno,
por analogía; en lo que va implícita la intuición
básica de que existe un principio paterno creativo y
un principio materno receptivo cuya interacción constituye
la estructura fundamental del acontecer cósmico. En consecuencia,
la maternidad o la paternidad de Dios están referidas
al carácter receptivo o creativo de los fenómenos,
los que a su vez son interpretados como formas del comportamiento
de Dios (o los dioses). En ese sentido entonces la maternidad
del Dios paleolítico se relaciona con la intuición
de que la tierra es madre, y la paternidad hegemónica
del Dios del Confucio (el Cielo) está referida a la creatividad
civilizadora de la dinastía Tchu, reinante en la época,
dinastía que convirtió a la China antigua en algo
que hoy podríamos llamar una "gran potencia".
Y una gran potencia se construye con cualidades paternas (creativas
activas), en tanto que la vida indígena, inserta en el
orden natural, inseparablemente unida a la fertilidad y nutricidad
de la tierra, supone aptitudes maternas (receptivas). En este
orden de ideas se puede deducir que la ausencia de toda centralización
del poder y de todo proyecto civilizador en la sociedad prehistórica,
son la causa de que el Dios paleolítico haya sido la
Gran Madre.
La bisexualidad
de Dios, presente en la tradición religiosa de tantos
pueblos corresponde, por una parte, a la receptividad básica
(originaria) que el hombre debe tener frente al acontecer
natural, y, por otra, al proyecto cultural de los sabios de
la tribu. Tal es el caso del dios bisexual mapuche, quien
es padre creador y madre amorosa, aspectos que se designan
con los vocablos Füchá y Cusé, respectivamente,
los que, como quedó dicho en otro artículo (1),
tienen la misma fonética y la misma significación
en mapundungún (idioma mapuche) y en chino.
Pero
junto a la pareja divina fundamental, los mapuches conciben
una segunda pareja integrada por una persona joven de género
masculino, denominada Hueche Huentru, y otra de género
femenino, denominada Ulcha Domo, vocablos que significan joven
doncel y joven doncella. A la primera pareja se le asigna
el apelativo de "anciana" y a la segunda, el apelativo
de "renovadora". Filosóficamente hablando
se echa de ver que todas estas concepciones derivan de un
pensamiento dialéctico, que para el caso mapuche, es
de procedencia asiática. Su modelo clásico se
halla en el célebre Libro de las Mutaciones (I Ching).
Así, la pareja anciana representa emblemáticamente
el binomio de lo creativo y lo receptivo, a la manera de dos
vigas maestras de la creación, en tanto que la pareja
joven representa la permanente posibilidad de renovación
de la vida universal. Tanto en el I Ching como en las rogativas
mapuches se alude a los dos agentes jóvenes del cuaternario
divino con el apelativo de "renovadores".
(1)
Ver
Dedal de Oro Nº 2.
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REHUE
Poste sagrado escalonado que tiene una cabeza humana
en su parte superior. Representa a las siete plataformas
que estructuran el cosmos, según la mitología
mapuche. El rostro tallado en su extremo representa
a NGUENECHEN, el ser supremo, cuyo nombre significa
literalmente el "señor de los hombres"
o de las "gentes". También representa
a FILEU el dios de la medicina de las machis. Y también
representa al ancestro originario del pueblo mapuche,
el primer HUENTRU, es decir, aquel que fue "lanzado
desde el cielo". Este tipo de REHUE es propio de
las machis o chamanes de le medicina. Existe otro tipo
de Rehue antropomorfo sin escala, llamado "rehue
ancestral", que utilizaban los clanes o agrupaciones
familiares de la antigua organización.
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*El
autor es abogado, musicólogo y especialista en filosofía
oriental y en indigenismo mapuche. Actualmente es académico
de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Seguirán
más artículos del autor sobre este tema.

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