Vivían
muy insertos en el orden natural, en agrupaciones familiares
ampliadas que incluían a los abuelos (chosnos, tatarabuelos,
bisabuelos, abuelos), sus hijos, sus mujeres y los hijos de
sus hijos. La longevidad en ellos era una característica
normal de su naturaleza, por eso hasta entrado el siglo XX se
dieron casos de mapuches de ambos sexos que vivieron hasta ciento
cincuenta, y ciento treinta años. Yo conocí a
una venerable anciana mapuche de ciento diez años, a
quien todos los días sus nietas la vestían con
las prendas tradicionales del atuendo femenino, a las que agregaban
las consiguientes joyas de plata. Un mapuche amigo me llevó
hasta su ruca y la vi sentada en su "huanco" tomando
mate. Le hice una reverencia desde la entrada a la que ella
respondió con un movimiento de cabeza, pero sin pronunciar
palabra alguna. Por eso, sin la autorización necesaria
no me atreví a entrar y me retiré haciéndole
otra reverencia. Por este incidente comprendí que mi
encuentro con ella fue solo una visión simbólica
de lo que los mapuches llaman la "Madre Antigua".
El señorío de esta dama indígena no lo
he visto en ninguna señora anciana de la clase alta chilena.
La familia
ampliada de los mapuches por la cohesión de los consanguíneos,
la solidaridad del clan y la longevidad, exigía en ciertos
casos la construcción de rucas de grandes dimensiones.
Algunos cronistas mencionan rucas que contenían hasta
cien personas. Las agrupaciones familiares se repartían
por el paisaje a prudente distancia, pero siguiendo la fórmula
numérica del 9. Así nueve agrupaciones se denominaba
"aillarehue". La autoridad era ejercida por un "lonko",
vulgarmente denominado hoy "cacique" (palabra no mapuche
procedente de América Central). Lonko quiere decir "cabeza".
Esta distribución según la fórmula numérica
del 9, y la denominación con que se reconocía
al jefe, se asemeja a la división de la población
local y global en la china antigua. Un cuadrado dividido simétricamente
por dos paralelas verticales y horizontales configurando nueve
pequeños cuadrados interiores, esquema válido
para la totalidad del imperio, como para las agrupaciones familiares
locales. El jefe de esos nueve grupos humanos y sus respectivas
tierras de cultivo también se llamaba "cabeza".
Otra semejanza
curiosa con la antigua cultura china la hallamos en los vocablos
con que se designa al ser supremo. La bisexualidad de Dios
en la china antigua, (como en todos los pueblos antiguos de
la tierra) que posteriormente generó los dos principios
de la cosmología (y de la filosofía) china,
el Ying y el Yang, se designaba con los vocablos "Fu
Chao" y "Ku Hse". Fu Chao quiere decir "padre
creador" y Ku Hse es el nombre de Dios como "madre
cósmica". Literalmente quiere decir "energía",
o espíritu del hueco o del hoyo (el útero).
En mapuche ambos vocablos, con la misma fonética y
el mismo significado, están referidos al ser supremo
como padre y madre. La fonética es ligeramente diferente
en mapuche para el padre creador: Fü-Cha. El monosílabo
Cha es aquí un apócope de Chao. En lo que ser
refiere a la madre cósmica, la fonética mapuche
es exacta a la china, esto es Ku-Se, monosílabos que
significan también "energía" o "espíritu"
y "hueco" u "hoyo".
Estos
alcances nos sugieren automáticamente la interrogante
por el origen del pueblo mapuche. Interrogante referida tanto
al origen remoto como al origen reciente, esto es, su procedencia
inmediatamente anterior a su radicación en Chile y
Argentina. En lo que se refiere a lo primero, habría
consenso en aceptar que se trata de un pueblo asiático
que bien pudo venir a América, pasando por Behring,
al término del último período glacial.
En lo que se refiere a lo segundo, se discute hoy si su radicación
en Chile es posterior a su paso por Argentina o viceversa.
De haber venido de Argentina, según Francisco Encina,
se habrían incrustado como cuña en nuestro territorio
a la altura de Cautín, habiendo descendido hacia las
pampas desde las regiones guaraníes (Chaco). Hoy esta
hipótesis ha sido descartada. Los mapuches han pasado
desde Chile a la Argentina por los pasos cordilleranos no
antes del siglo XVIII. Su procedencia desde alguna región
más al norte de América del Sur se discute.
Con todo,
algunos mapuches viejos de Nahuelbuta recuerdan por tradición
oral que sus antepasados vivieron en regiones tropicales pobladas
de animales peligrosos. Así, como algunos lo creen,
el mito de la serpiente acuática Kai Kai podría
ser una supervivencia inconsciente de la peligrosidad del
Caimán.
En lo que se refiere al origen remoto del idioma mapuche (mapudungún)
contiene raíces lingüísticas comunes con
idiomas del Asia Oriental (chino y japonés). Lo cual
sugiere que el mapudungún debe proceder de alguna lengua
madre prehistórica común a lo que después
llegaron a ser el chino y el japonés. En ese sentido
cabe destacar el hecho de que el idioma de los indígenas
Ainus del Japón es el más parecido de todos
al que hablan nuestros mapuches. Y no sólo eso, porque
los chamanes ainus también tienen Kultrún, decorado
con la cruz compuesta, rucas y organizaciones sociales semejantes...
Todo esto es un misterio que quizás nunca llegue a
aclararse.
Es necesario
tener en cuenta que la organización social de los mapuches
antiguos no reconoce más autoridad que la de los lonkos
o jefes de agrupaciones familiares, de lo que se desprende
que para ellos la idea de nación no era concebible
a la manera como nosotros la concebimos. Porque al no haber
una autoridad suprema centralizadora y al no existir la noción
de propiedad privada, estamos en presencia de un socialismo
natural y una democracia perfecta. Jefes con mayor autoridad
los había, pero sólo para solucionar situaciones
de emergencia. La autoridad recibida provenía del consenso
de lonkos, y se ejercía por el tiempo que durara la
emergencia. Tal fue el caso de los grandes toquis Colo Colo,
Galvarino, Caupolicán, Lautaro y Pelantaro. En otros
casos la autoridad extraterritorial concedida por el consenso
de los lonkos a algún anciano sabio, se justificaba
por la necesidad de zanjar con justicia e inteligencia diferencias
que se generaban entre los grupos familiares, con el objeto
de evitar las hostilidades.
Se ha
dicho que el pueblo mapuche era muy guerrero, lo cual sugiere
el equívoco de que amaba la guerra por la guerra, y
que vivía en perpetuas batallas. ¡Nada más
falso! La guerra era la instancia última a que se llegaba
después de muchas deliberaciones sin resultados. Porque
está claro que para que haya guerra, se supone que
antes se ha generado un conflicto que siempre está
relacionado con la propiedad privada; al no existir la propiedad
privada, y en una economía de recolección, pesca
y caza, pequeña agricultura y ganadería, hay
muy poco que disputarse, tanto más si el territorio
que los mapuches habitaban era extremadamente rico en recursos.
La verdad es que los mapuches vivieron en pie de guerra permanentemente
durante tres siglos, sólo por los peligros de la invasión
europea, y bajo el efecto de esa amenaza, desplegaron un talento
estratégico que ningún otro pueblo americano
ha tenido, al punto que los grandes estrategas del ejército
alemán que han escritos tratados del arte militar,
citan a Lautaro junto a Napoleón y Alejandro Magno.
*El
autor es abogado, musicólogo y especialista en filosofía
oriental y en indigenismo mapuche. Actualmente es académico
de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Seguirán
más artículos del autor sobre este tema.