"No
temas a la cabra-mujer, que no es un engendro de la noche,
es una pobre bestia humana hambrienta de hombres, de borrachos
y ladrones,
pero témele a la verdadera Calchona, esa que ni siquiera
las cruces la asustan,
y que te succiona la sangre como vampiro, a ella témele,
pues cambiará tu destino."
(Francisco Javier Bécquer).
Una
leyenda que tiene demasiadas versiones. Una historia
que ha marcado la vida de muchos en el Cajón
del Maipo. De muchas versiones que hay, sólo
puedo decirles que es la degeneración de la historia
original, algún relato sin base de cualquier
periódico. La forma en que ha sido transmitida
esta leyenda deja mucho que desear. Estos relatos forman
parte de nuestro patrimonio cultural y por ende debemos
prestarles mayor atención y darles más
importancia. No mostrar la parte dulzona como esos relatos
para escolares, sino mostrar las leyendas tal cual son,
con esa atrayente magia que nos lleva a un mundo mezcla
de oscuridad y realidad.
Entre
las versiones más vulgares y conocidas sobre la
Calchona, está la de una mujer que se vestía
con pieles de cabra y salía a perseguir a los hombres
que pasaban a caballo por lo que hoy se conoce como el
puente "La calchona", a los que les robaba el
dinero y golpeaba el caballo.
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Les
voy a contar la versión más llegada a la realidad,
si así podríamos decirle a los misteriosos sucesos
que envuelven este relato.
La verdadera
calchona era el alma (podría decirse que aún "es")
de una mujer que fue salvajemente violada y asesinada por unos
jinetes que iban al rodeo a San José. Dicen que enterraron
su cuerpo mutilado por los cortes del corvo debajo de un sauce
que había estero adentro, el que hoy se conoce como "Estero
la Calchona".
Pero el
alma de esta mujer juró venganza y comenzó a aparecerse
a todo el que pasase por allí de noche. Como una brisa
helada y acompañada de gritos de ultratumba botaba a
los jinetes de sus caballos y los dejaba inconscientes. Algunos
morían por el impacto de la caída. Otros, los
que sobrevivían, contaban que una forma blanquecina que
hedía a putrefacción y muerte los botaba del caballo
y los asustaba con sus gritos.
Mucho tiempo
esto ocurrió así. Las gentes que vivían
cerca de allí confesaban que sentían extraños
gritos en las noches cerca del puente. También decían
que una ventolera fuerte sacudía los árboles solamente
en ese sector, como queriendo arrancarlos de cuajo.
Algunos
pobladores se pusieron de acuerdo para expulsar a esta vengativa
alma, que les causaba tantos padecimientos y temores. Para ello
mandaron a hacer una cruz grande de fierro y la bendijeron.
Luego la clavaron en el supuesto lugar donde se aparecía
la Calchona, como la habían bautizado, pues dicen que
la mujer asesinada era una pastora de cabras llamada así,
que vivía en los cerros del Melocotón Alto.
Pero lo
que lograron los habitantes del lugar, al poner la cruz, fue
que aumentasen las andanzas de este espíritu, que siguió
molestando a los jinetes.
Todo acabó
cuando unos arqueólogos encontraron los restos de esta
mujer. Los habitantes del lugar se pusieron de acuerdo en que
los sepultaran en el cerro, donde guardaba sus cabras, y se
bendijera el lugar de la tumba. Todo esto se hizo así.
La Calchona nunca más se apareció por esos lugares
y las gentes pudieron dormir en paz.
Mas este
relato no termina aquí. Pasó el tiempo y esta
historia se transformó en una leyenda que fue degenerada
de la versión original. Todo ocurrió a raíz
de que una mujer se comenzó a vestir con pieles de cabra
y a maquillarse con pinturas blancas, y que comenzó a
salir en las noches, cuando los jinetes que vivían en
San Alfonso y sus alrededores volvían a sus casas, borrachos
en sus caballos.
Dicen que
esta falsa Calchona los asustaba y botaba del caballo y que
robaba todo lo de valor que llevase el jinete. Un noche, un
hombre que no tenía miedo ni al diablo quiso encontrase
con ella, para lo cual se hizo el borracho. Cuando la mujer
se le acercó para golpearlo, este le disparó con
una pistola a quemarropa.
¿Se
habrá repetido la historia nuevamente?, se preguntará
el lector. No, pues esta otra mujer quedó viva y fue
encarcelada. Después de esto nunca se supo más
de algún incidente de falsas calchonas en el sector de
Melocotón Alto.
Pero algunos
aún se atreven a decir que, estero adentro, con dirección
a los cerros, el espíritu de la verdadera Calchona todavía
no descansa en paz, pues no ha logrado vengarse de sus asesinos.
Por eso les advierto que si pasan por ese puente muy de noche,
tengan cuidado y precaución. Nadie sabe si podría
aparecer otra falsa Calchona o el espíritu vengador de
la verdadera, que, dicen, chupaba la sangre de los que atacaba.
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Nació en Santiago en 1981 y vive en San José desde
los 4 años de edad. Actualmente estudia tecnología
de nivel superior en programación y análisis de
sistemas computacionales.
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